
“Aquí tengo las maderas separadas”, señala en su taller a las piezas cuidadosamente ordenadas y colocadas de distintas procedencias, “hay madera que data de bastante tiempo, que conseguí de carpinterías que están cerradas y hoy es muy difícil conseguir, como el palisandro”, dirige su mirada a unos tablones en el fondo del garaje que ya tienen más de 60 años. Él mima a estas maderas, procurando que lleven su adecuado tiempo de secado y controlando el grado de humedad.
Todo empezó porque se puso a coleccionar timples “y llega un momento en que la curiosidad te pica demasiado y dices ‘vamos a intentar hacer uno’. El problema era buscar quién te enseñara o te diera las primeras lecciones”. Y lo encontró en Bañaderos, Carlos Félix Suárez, “al cual estoy muy agradecido, estuve yendo a su casa muchos sábados de mucho tiempo y me enseñó lo que sabía”. Después llegaron los libros, incluso Internet, y otro lutier, esta vez en Lanzarote: Vicente Corujo, “con el que aprendí bastantes cosas”. A eso unió las semanas de muchas vacaciones para irse a la Península y trabajar con lutieres de guitarra. “También he estado con almacenistas de madera para tener conocimiento de lo que es el material con el que trabajo”
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